¿UN NUEVO URBANISMO?(II)

Teoría, ética y política para una reflexión sobre el urbanismo en la coyuntura actual

| Iker Eizagirre |

En esta serie de tres artículos reflexionaremos sobre el urbanismo (como ámbito de saber diferenciado y como práctica en el “hacer ciudad”), así como de las “profesionales” llamadas a ejercerlo (urbanistas). Trataremos de hacerlo dentro de la fase histórica actual (globalización neoliberal) y por tanto desmenuzando algunas cuestiones éticas y políticas de del urbanismo.

Palabras clave: ciudad, urbanismo, política, ética, justicia social

La práctica del urbanista se debe sacar de la lógica de que “es un trabajo” sin más [3]. Sacarlo de las lógicas del corporativismo, sumisión total al empleador y la escisión cualitativa del resto de la vida. Un urbanista debe ser algo más que “solvencia” técnica. Debe ser reflexión constante, y principios éticos y políticos pues su práctica tiene impacto en la vida de muchas personas. ¿Pero como puede actuar un urbanista?

Lo primero es que, bajo las mediaciones del urbanismo (atada a la estructura social) y de forma individual el urbanista no puede actuar en sentido transformador. Es duro asumirlo, pero desde nuestra experiencia profesional es una conclusión clara. Sin una articulación interna a la práctica urbanística (con fuerzas transformadoras del gremio) y una articulación territorial con agentes sociales, económicos y políticos que tengan capacidad de articulación e incidencia política, es muy difícil en el metabolismo urbano en sentido de justicia social. El “urbanista transformador” (sin alianzas, de forma individual) está abocado así a dos opciones: La resignación reaccionaria o el abandono de la práctica profesional. La escisión entre teoría y práctica no es sostenible durante largo tiempo, a nos ser que existan enormes cuotas de hipocresía.

Para reflexionar sobre este tema, nos gustaría traer al Castells de “Problemas de Investigación en sociología Urbana” (1972). Como insumo para pensar la teoría/práctica del urbanismo.

2. La ética y la política como principios de renovación

La práctica del urbanista se debe sacar de la lógica de que “es un trabajo” sin más [3]. Sacarlo de las lógicas del corporativismo, sumisión total al empleador y la escisión cualitativa del resto de la vida. Un urbanista debe ser algo más que “solvencia” técnica. Debe ser reflexión constante, y principios éticos y políticos pues su práctica tiene impacto en la vida de muchas personas. ¿Pero como puede actuar un urbanista?

Lo primero es que, bajo las mediaciones del urbanismo (atada a la estructura social) y de forma individual el urbanista no puede actuar en sentido transformador. Es duro asumirlo, pero desde nuestra experiencia profesional es una conclusión clara. Sin una articulación interna a la práctica urbanística (con fuerzas transformadoras del gremio) y una articulación territorial con agentes sociales, económicos y políticos que tengan capacidad de articulación e incidencia política, es muy difícil en el metabolismo urbano en sentido de justicia social. El “urbanista transformador” (sin alianzas, de forma individual) está abocado así a dos opciones: La resignación reaccionaria o el abandono de la práctica profesional. La escisión entre teoría y práctica no es sostenible durante largo tiempo, a nos ser que existan enormes cuotas de hipocresía.

Para reflexionar sobre este tema, nos gustaría traer al Castells de “Problemas de Investigación en sociología Urbana” (1972). Como insumo para pensar la teoría/práctica del urbanismo.

Portada del libro ‘Problemas de Investigación en Sociología Urbana’ de Manuel Castells

 

Castells afirma desde el campo de estudio de lo urbano, que la epistemología es “práctica política en el interior de una práctica teórica” siendo la tarea “demarcación entre teoría e ideología o diversos tipos de ideología”. ¿Vieja discusión entre “verdad-teoría” y “ideología-distorsión”? No. Pero si la asunción de que “la práctica teórica es un proceso socialmente determinado de producción de conocimientos concernientes a un terreno de la experiencia, afirmar la relación con la estructura social, y por tanto su posición de clase” (1972). Esto no es la “teoría espejo” de Engels, sino un llamamiento a considerar que la definición de la urgencia social, el “objeto de estudio” de la metodología a emplear, de la epistemología a través del cual el conocimiento se valida, la institucionalización del conocimiento y por supuesto todo el proceso material de producción de conocimiento (financiación, logística, infraestructura, difusión, etc.) están mediadas por la estructura social. Estructura y proceso social, que tiene determinaciones clasistas, machistas y racializantes en la medida que es proceso/estructura capitalista, patriarcal y racista [4]. Esto no puede pasar por alto si hablamos de la renovación del urbanismo, si bien luego se debe localizar, concretar la forma en la que estas dominaciones/opresiones estructurales se dan.

Por otra parte no se debe olvidar:

• Que la utilización del producto teórico está determinado por estas relaciones de poder (por lo menos): Es decir “todo lo que digas podrá ser utilizado en tu contra”. Resultando que aceptamos (por irrefutable) el cambio climático y sus consecuencias, pero el responsable eres tú que no echas suficiente orgánico en el contenedor marrón.

• Que los avances o frenos en el terreno de la práctica teórica se aceleran o son impedidas según los intereses de las clases dominantes en cada sistema político. Resulta que hemos desarrollado una capacidad técnico-científica en urbanismo que hace posible soterrar y hacer llegar el TAV a Bilbao, pero ¿No tenemos técnicas sostenibles de construcción universalizables a nuestras ciudades?

• Que por ello, la “investigación-subversión” eficaz, solo es posible en la medida que las fuerzas sociales transformadoras abran brecha en el sistema de dominación (Castells, 1972:5)

En nuestra opinión si queremos que el urbanismo sea una praxis transformadora, debe asumir su autonomía relativa, y la necesidad de alianzas. A veces, para acompañar y empoderar técnica y políticamente a las habitantes para que sean sujetos colectivos con poder en lo que al proceso urbanístico se refiere, y en otras ocasiones para valerse de los avances de las fuerzas social para avanzar en el campo del urbanismo.
Para cerrar esta cuestión que daría para mucho más, quisiéramos traer una cita, que a nuestro juicio encapsula el nudo gordiano de la práctica urbanística. Un nudo con componentes éticos, políticos, pero también epistemológicos, teóricos y de importancia crucial a la horas de definir en la práctica, en base a qué realidades empíricas se debe fundamentar es estudio y la abstracción teórica del urbanismo en la coyuntura actual;

“Solo es trabajo teórico directamente relevante para la acción política aquel que, al mismo tiempo se funda en una sólida base científica y está ligado a las masas en una coyuntura concreta. Y el único criterio para decidir qué cuestiones son importantes y cuales no para la acción política, para decidir qué hay que investigar, no es el juicio aislado de una escuela académica, sino la voluntad política de las masas expresada organizadamente”
(Castells, 1972)

Así pues, el trabajo de renovación no empieza y acaba en la oficina. Sino está a caballo entre el escritorio y la calle. El trabajo científicamente riguroso, y el trabajo en fomentar la organización de los sectores que enfrentan “el problema urbano” para que puedan expresarse y marcar agenda de transformación. Hoy, el urbanista debe ser un militante social si quiere generar condiciones de enfrentar los retos de la urbanización en términos prácticos [5].

NOTAS

[3] En esto no es diferente al resto de trabajos y empleos. Y es que la forma de producción capitalista a fragmentado a las productoras e introducido el mercado como mediador general entre las personas generando una “indiferencia generalizada” entre nosotras. En la medida en que materialmente no organizamos ni ejecutamos el trabajo social conjuntamente, perdemos la conciencia de que así es. Es imperceptible la interdependencia económica con nuestras iguales, y así acudimos al trabajo/empleo de forma individualizada. Como una relación de “yo con mi empleador porque necesito dinero para vivir”, así es difícil poner el foco en las consecuencias sociales de nuestra actividad, ya que su única justificación (el hacerlo) es recibir la paga para poder vivir
[4] Un ejemplo claro son las mujeres migrantes que todos lo días se desplazan de barrios con alquileres de rentas bajas (a veces desde pisos súper poblados) a barrios de rentas más altas a cuidar a nuestras mayores. Es un ejemplo, pero se puede descifrar las triple dimensión de la dominación en la urbe en cualquier esquina y nivel: Ya sea en biografías personales (¿Qué hay de los jóvenes que hoy se dejan la piel de aquí para allá en bicicleta con el cubículo de “Globo”?), de colectivos (como los movimientos “okupa” que son sistemáticamente desalojados aún siendo evidente la aportación social que generan), o de la propia estructura espacial urbana (¿porqué son en muchos casos las barriadas creadas contra reloj por el desarrollismo franquista para recibir la inmigración del resto del estado lugar de residencia actual de las inmigrantes del sur global? ¿Porqué en muchos de estos denominados ya como “ghettos” en muchas ocasiones es la mujer el sujeto cuidador más visible en las plazas, en ocasiones acusada por sus rasgos culturales “disonantes” (como el hiyab)? ¿Por qué en muchos de estos “ghettos” hay menos dotación, espacio público de calidad o servicios que en el centro?
[5] Ejemplos de esto que decimos no son maximalismos inalcanzables. Tenemos casos en el terreno del derecho a la vivienda y las viviendas cooperativas en cesión de uso (La dinamo en Catalunya y el proyecto La Borda –entre otros- en el espacio recuperado Can Batlló), en la soberanía alimentaria con urbanistas vinculados que hacen propuestas de ordenamiento teniendo en cuenta la necesidad de aumentar cuotas de abastecimiento de alimentos de las ciudades (Hiritik At koop. en proyectos como Beterri Km0), colectivos del movimientos feministas que han abierto brecha en el urbanismo desde el punto de vista de género (como Col-lectiu Punt6), la gente de Recetas Urbanas y la arquitectura popular en Andalucía y un largo etcétera en el aquí no podemos profundizar. Todos ellos comparten: 1) Parten de una posición crítica tanto de la realidad social como de la práctica y funcionalidad del urbanismo en ella. 2) Estén personalmente y colectivamente vinculados a movimientos contestatarios del territorio (a veces emergen naturalmente de ellos). 3) El trabajo que realizan está enfocado a acompañar técnicamente las propuestas de los movimientos, así como a proponer a los mismos en base a las experiencia acumulada. 4) La transformación social en su conjunto aportando desde el ámbito del urbanismo.